La brutal agresión ordenada por Putin desató un patriotismo generalizado entre los ciudadanos; “Los hombres nos tenemos que quedar para luchar”, dijo un taxista; Kiev está cada vez más aislada, sin servicio de metro ni tren.
“Los hombres tenemos prohibido cruzar la frontera ucraniana. Nos tenemos que quedar para luchar. Y está bien, lo vamos a hacer, vamos a resistir, vamos a combatir hasta el final, como nos pidió el presidente, que es el mejor de todos”.
Mientras hace fila en uno de los pocos supermercados abiertos en esta capital bajo asedio y bombardeos intermitentes desde el jueves, Eduard no tiene dudas. Como ya lo han hecho muchos civiles, tomará las armas, defenderá su país.
La brutal agresión por aire, tierra y mar lanzada por el presidente ruso, Vladimir Putin, desafiando al mundo, contra Ucrania, si algo ha hecho, es desatar algo nuevo entre los habitantes aterrados de Kiev. Ansias de revancha, patriotismo, voluntad de resistencia a toda costa.
En estos últimos días de terror, de combates, bombardeos, de sirenas que cada tres o cuatro horas ululan llamando la gente a bajar a refugiarse como ratas en subsuelos, metros y demás refugios, el presidente Volodimir Zelensky, excómico que ganó en 2019 las elecciones apoyado por Estados Unidos y hasta hace poco criticado por su manejo de la tensión, ha recompactado y unido a los ucranianos.
“Creo que en estos pocos días ha cambiado, ha demostrado gran coherencia, coraje, que tiene huevos, que es un comandante en jefe determinado, que no se bajará los calzones ante Putin”, afirma Eduard, taxista de 50 años que aprovechó de la ventana de aproximadamente 40 minutos que suele haber entre bombardeo y bombardeo para salir a comprarse unas cervezas.
“De hecho, si a Putin se lo ve tan desencajado, tan furioso, es porque nuestro presidente, Zelensky, lo desafía, no obedece sus órdenes. Y eso lo pone loco”, explica Edward.
Cincuenta años, ojos celestes, gorro de lana negro, como todos los habitantes de Kiev que se quedaron, el taxista está viviendo en un refugio. Y cuando lleguen las tropas rusas al barrio de Podin -una especie de San Telmo con lindísimos edificios de arquitectura antigua, muchos bares, talleres de artistas y una enorme rueda panorámica-, tomará las armas y combatirá, según asegura.
Su mujer e hija de 6 años forman parte de esa masa que ya pudo huir de Kiev, escapando primero a Polonia, con el fin de ir luego a Dusseldorf, Alemania, donde viven su hermano y su madre.
“Yo me quedé para pelear, los hombres no podemos irnos, tenemos que defendernos de los invasores y asesinos rusos”, dice Edward. “No hay que tener miedo, vamos a ganar”, agrega, haciendo la V de la victoria con los dedos.
Luchar por la libertad del país y contra el que califica como el nuevo Hitler, Putin, es lo que está pidiendo desde hace días a la población Zelensky, que todo el mundo cree que está demostrando gran valentía. Pese a que le han ofrecido asilo tanto el primer ministro británico, Boris Johnson, como el presidente francés, Emmanuel Macron, el mandatario arenga desde hace días que no piensa irse, que se va a quedar, que va a luchar, que está dispuesto a morir.
Tanto es así que esta mañana volvió a aparecer en las pantallas de los celulares y televisión, vestido de verde militar, para anunciar que estaba vivo, que había sobrevivido a los bombardeos de la noche, que fueron de los más intensos y dramáticos desde el comienzo de la invasión total, comenzada en la madrugada del jueves.
El fuego, lejos de parar
Lo peor fue un misil lanzado por fuerzas rusas que cercan la ciudad contra la parte alta de un edificio residencial que queda a 7 kilómetros del centro. Un ataque contra civiles que increíblemente no causó muertos, pero que indignó aún más a habitantes que no entienden este ensañamiento, esta locura.
Según el ministerio de Salud ucraniano, hasta ahora la invasión total lanzada por Rusia en esta exrepública soviética provocó la muerte de 198 civiles, entre los cuales 3 niños; y dejó 1115 civiles heridos, incluidos 33 chicos.