Es una enfermedad infecciosa que afecta a numerosas especies domésticas y silvestres de aves, tanto a la psitácidas (los loros, las cotorras, cotorritas y papagayos) como a las no psitácidas (palomas, jilgueros y canarios). Al mismo tiempo, el contagio en humanos puede ocasionar complicaciones graves, como en el caso de la familia de Rafaela.
Se trata de una patología de notificación obligatoria por parte de las veterinarias y los laboratorios privados u organismos nacionales, como el INTA.
Puede ser transmitida por las aves a través de excrementos secos, secreciones respiratorias, polvo, plumas, secreciones oculares e incluso por el simple hecho de tocarlos.
La psitacosis es producida por la bacteria Chlamydophila psittaci. Cuando se enferman, las aves eliminan la bacteria al ambiente a través de secreciones que, al secarse, permanecen en el aire y son aspiradas por las personas, que de esta forma se infectan.
Cuadro y tratamiento
Según especialistas, el cuadro clínico en las personas puede variar entre una infección sin síntomas aparentes o evolucionar a una neumonía, la que comienza con síntomas como fiebre, dolor de cabeza, decaimiento general, fatiga y cansancio, mientras que a las 24 o 48 horas comienza la tos seca y la dificultad para respirar.
Las aves infectadas pueden estar aparentemente sanas o presentar síntomas como decaimiento, conjuntivitis, diarrea, dificultad respiratoria y muerte. Por eso, las autoridades recomiendan que, cuando en aves en cautiverio se detectan posibles manifestaciones de psitacosis, se efectué una rápida consulta con un veterinario. Esto además de prevenir a los contactos estrechos con las aves posiblemente infectadas, hace que se active una red de alerta para evitar la propagación de la enfermedad.
Los cuadros pueden ser más graves en personas mayores o que padezcan comorbilidades. Y los tratamientos con antibióticos, en los que casos en los que la infección no derivó en enfermedad grave, son con administración de antibióticos durante 14 días.